TESTIMONIO «Lo que me dolió es que me separasen de ella»

Durante seis largos días solo me permitieron estar con mi hija cada cuatro horas.

Carmen vino al mundo cinco semanas antes de tiempo. La forma en que nació y, sobre todo, nuestra separación durante los seis días que estuvo en Neonatos fue algo tremendamente duro para las dos. Pero ahora que cumple siete meses quería contarles nuestra historia para demostrar que con mucho amor, todo el contacto que permiten las 24 horas del día y el apoyo de su padre y su hermana… somos felices.

Era mi segundo embarazo. Carmen no iba a llegar hasta febrero. Pero el 26 de diciembre empecé con contracciones y perdí el tapón mucoso. Habíamos decidido dar a luz en una clínica privada, pero mi madre y mi marido querían ir al Materno-Infantil ante cualquier complicación. Así que fuimos a urgencias y la ginecóloga de guardia me confirmó que estaba de 2 cm. Partidaria de frenar el parto hasta la semana 36, me ingresaron en Alto Riesgo y me pusieron Prepar.

Lo que viene después es la prueba de que los médicos deberían tener un solo criterio: Otra doctora, a favor de dejar que los bebés nazcan a partir de la 34, me quita el gotero. Me pongo de parto, entra otra que dice que es mejor frenarlo y me manda a casa. Aguanto dos horas y vuelvo con contracciones cada cinco minutos. De nuevo gotero y frenar el parto, rompo la bolsa…

No me dolió dar a luz sin anestesia, no me dolieron los puntos, no me dolió que me mareasen así, lo que realmente me dolió es que me separasen de ella.

Mi hija pesó 2.400 g, estaba sana y era una preciosidad. La vi un instante y cuando me dejaron ir a Neonatos, horas después, estaba en una incubadora. La impotencia que sentí los días posteriores es difícil de explicar. Podía entrar solo cada cuatro horas, darle el pecho y un biberón (se lo daba muerta de pena; la pobre no iba a aguantar tanto sin comer). Sabía que lo mejor para ella era estar en mis brazos, con lactancia a demanda, con el cariño de su familia. Y es algo que no me voy a perdonar; no haberlo impedido.

Pero el día de Reyes tuvimos el mejor regalo, traerla a casa. Desde entonces no nos hemos vuelto a separar y no ha vuelto a llorar fuera de mis brazos. De hecho no llora, con la mirada nos entendemos. Duerme conmigo, mama a demanda. Siempre me devuelve la sonrisa, observa a su hermana con devoción y ya ríe en brazos de su padre. Cada mañana, cuando nos quedamos solas, nos bañamos juntas. Le encanta el agua. Estamos empezando a meter algún patito de goma de su hermana y lo persigue con la boca.

No podemos cambiar la manera en que vino al mundo, pero sí tratar de remendar el daño. Lo intentamos día a día, con nuestro cariño, con mi tiempo, con intuición, con mimos… y creo que lo vamos consiguiendo.

Abrir chat
1
Hola, soy la Dra. Mónica Astudillo.
¿En qué te puedo ayudar?